Parece claro que uno de los grandes avances en el mundo de las matemáticas lo constituyó la invención -o el descubrimiento- del cero, ese símbolo tan misterioso que puede modificar grandemente el valor de una cifra. Aunque no hay un claro acuerdo sobre quién inventó el cero, sí parece que se dio al menos en dos lugares de la antigüedad, uno en la India y otro en la cultura llamada india también pero esta vez del continente americano, en concreto la maya. Pero sea quien sea el pueblo que descubrió su grandeza, lo importante es lo mucho que facilitó la forma de operar en el reino de las matemáticas.
¿Y por qué me pongo yo a hablar del cero ahora en un blog dedicado a la toma de conciencia? Ahora paso a explicarlo, pero primero adentrémonos un poquito más en esta figura tan singular. Curiosamente, dependiendo de su colocación, el cero puede tener un gran significado, o puede simplemente actuar como si no existiera, e incluso reducir tanto el valor primario que casi da pena. Todos sabemos que un cero a la izquierda es nada; por eso mismo se dice de algunas personas que parecen un cero a la izquierda por lo poquito que se las tiene en cuenta. Sin embargo, la misma figura puesta a la derecha puede aumentar en gran cantidad el significado de una cifra. Atendiendo nuevamente a esa castiza sabiduría popular: "no es lo mismo 8 que 80", ¿verdad?
Pues bien, con nuestra consciencia sucede más o menos lo mismo. Podemos "vaciarla" para adquirir pleno discernimiento, o podemos dejarla con un vacío tan carente de significado que nos deje en la ignorancia.
Igual que el cero, el vacío puede ser un concepto que no acabamos de entender y que podría considerarse también con dos aspectos; de la misma manera que vemos en el cero dependiendo de su colocación. Con el vacío sucede lo mismo. Hacer vacío en la mente no es caer en la nada, sino abrir un espacio con un germen de creatividad que sólo podrá desarrollarse libremente si no encuentra obstáculos en su camino. Ése es, a mi juicio, el concepto de nada del que se habla en el budismo llamándolo nirvana; no una nada destructora y carente de entidad, sino una nada repleta de vida en presencia y potencia.
Existe una metáfora sobre lo difícil que resulta llenar una taza de té que ya está previamente saturada. Si seguimos echando más y más líquido en la taza, terminará por desbordarse y crear un problema en vez de aportar una solución. La taza debe prepararse cuidadosamente, limpiarla y vaciarla de un anterior contenido para albergar el nuevo. Así sucede con la mente; si no la limpiamos ni vaciamos de contenido de vez en cuando, difícilmente encontraremos nuevas ideas dentro. ¿Esto quiere decir que lo anterior no sirve? No necesariamente. Igual que la taza de té, ésta ya tiene la sustancia misma del té pues la ha ido adquieriendo a través del tiempo con sucesivos tés servidos en ella. Con nuestra mente sucede lo mismo; las ideas que se han ido presentando y produciendo en ella van creando una propia sustancia de la que por mucho que uno se desprenda de lo accesorio no podrá eliminarse la impronta que queda. Ese vacío, entonces, no es más que un cero a la derecha que permite nuestro crecimiento.
Creo que resultaría bueno valorar el vacío no como una falta de entidad sino como una verdadera y real identidad limpia y productiva.
Pues bien, con nuestra consciencia sucede más o menos lo mismo. Podemos "vaciarla" para adquirir pleno discernimiento, o podemos dejarla con un vacío tan carente de significado que nos deje en la ignorancia.
Igual que el cero, el vacío puede ser un concepto que no acabamos de entender y que podría considerarse también con dos aspectos; de la misma manera que vemos en el cero dependiendo de su colocación. Con el vacío sucede lo mismo. Hacer vacío en la mente no es caer en la nada, sino abrir un espacio con un germen de creatividad que sólo podrá desarrollarse libremente si no encuentra obstáculos en su camino. Ése es, a mi juicio, el concepto de nada del que se habla en el budismo llamándolo nirvana; no una nada destructora y carente de entidad, sino una nada repleta de vida en presencia y potencia.
Existe una metáfora sobre lo difícil que resulta llenar una taza de té que ya está previamente saturada. Si seguimos echando más y más líquido en la taza, terminará por desbordarse y crear un problema en vez de aportar una solución. La taza debe prepararse cuidadosamente, limpiarla y vaciarla de un anterior contenido para albergar el nuevo. Así sucede con la mente; si no la limpiamos ni vaciamos de contenido de vez en cuando, difícilmente encontraremos nuevas ideas dentro. ¿Esto quiere decir que lo anterior no sirve? No necesariamente. Igual que la taza de té, ésta ya tiene la sustancia misma del té pues la ha ido adquieriendo a través del tiempo con sucesivos tés servidos en ella. Con nuestra mente sucede lo mismo; las ideas que se han ido presentando y produciendo en ella van creando una propia sustancia de la que por mucho que uno se desprenda de lo accesorio no podrá eliminarse la impronta que queda. Ese vacío, entonces, no es más que un cero a la derecha que permite nuestro crecimiento.
Creo que resultaría bueno valorar el vacío no como una falta de entidad sino como una verdadera y real identidad limpia y productiva.